Pequeño descuido, gran tragedia

Por Yadimir Crespo


Inspirado en Un Mensaje a la Conciencia en la voz del hermano Pablo, correspondiente al día 24 de junio, 2005.

Un pequeño descuido puede causar una gran tragedia. A veces, el descuido cierra puertas para siempre y llega incluso a cegar vidas.

Un pequeño descuido que ha causado tantas tragedias en República Dominicana es el dejar velas o velones encendidos en casa, solos o con niños sin algún adulto que los resguarde, dejando como consecuencia familias destruidas por la pérdida de su hogar a causa de un incendio, e incluso por la pérdida de alguna vida humana. Otro descuido que hace mucho eco, es de aquellos padres que dejan solos a sus niños en casa con peligros acechando, como artículos inflamables, u objetos punzantes, e incluso cisternas abiertas.

También existen otros descuidos que no son noticia, pero hay que dedicarles suma atención, como por ejemplo un lunar en la piel, que repentinamente cambia de tamaño y color, puede convertirse en cáncer. Una presión arterial alta, o un elevado índice de colesterol, o un peligroso nivel de azúcar en la sangre, quizá sea indicación de un problema físico que puede terminar en nuestra muerte.

¿Y qué de los descuidos espirituales? El solo tomar a Dios en cuenta cuando lo necesitamos, la falta de la lectura diaria de su Palabra, la decadencia de nuestra fe, tarde o temprano pasará factura y nos puede salir caro. Ahí es cuando llegará la tragedia, entonces cuando más necesitemos a Dios, no lo encontraremos porque esa es nuestra consecuencia. Eliminemos las cosas negativas de nuestras vidas, desechemos lo que no proviene de Dios, porque esos son los pequeños e “insignificantes” descuidos que la final serán extremadamente lamentables.

No descuidemos nuestra espiritualidad. Acerquémonos más bien a Dios, porque de lo contrario nuestra tragedia podría ser nuestra eterna separación de Él. No descuides tu relación con Dios, nuestro Padre celestial te espera con los brazos abiertos.

“Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna”. Juan 3:16

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